Ya están regresando a su tierras lejanas, vinieron cargados de ilusiones para repartir, pensando que volverían ligeros de equipaje, pero esta vez sería diferente.

Como cada año, entre cartas de Reyes y «amigos invisibles», tuvieron tanto trabajo que necesitaron ayuda de pajes, duendes y elfas para llegar puntuales, lo que no esperaban era encontrarse con una misión para el retorno a su hogar…

En la familia de los Molner hubo cambios empezando por el lugar de encuentro, con una ausencia que se palpaba en cada rincón y unos abuelos que un virus dejó en su casa, para ver luego en diferido los mejores momentos.
Este año se produjo la magia con unos amigos invisibles conectados como una suma conmutativa.

En la casa de los Murcia, un cuñado que debió leer mi último post sobre juguetes, y desató las risas de todos los adultos, excepto el abuelo, que yo diría que no se enteró, cuando la cuñada abrió su regalo de amigo invisible.

Este año como viene siendo tradición, cada un@ hacemos nuestra lista de propósitos y deseos, pero como novedad, les encargué un plus a los Reyes…

 

En lugar de irse con sus bolsas vacías, tendrían que llevarse los momentos tristes y algún que otro mal rollo vivido, para reciclarlos en sus contenedores mágicos, porque de ésos no he visto ninguno por aquí.

2.022 nos quitó ilusiones y energías, pero también nos trajo conciertos inolvidables, momentos de reencuentros deliciosos de la época del BUP o la Facultad y personas que nos abrazaron desde lejos y piel con piel cuando más lo necesitábamos.

2.023 será el año de los 50, así que hasta que tenga que escribir mi próxima carta a los Reyes, iré llenándolo de buenos deseos, nuevos proyectos y por supuesto, buena música de fondo.

Mi instinto me dice que el viento de ayer,  lo enviaron ellos para acabar de remover todo lo que quedaba escondido y reciclarlo como es debido y justamente hoy, cierro una puerta para abrir una ventana a otra primera vez.

 

Felíz paseo por el año nuevo y encantada de que me acompañes en la aventura.