Tacones, minibolsos, furgones de la local y policías dando los buenos días a quienes aún no se han acostado.

Da gusto llegar al trabajo tan rápido, mientras los dueños de los coches ausentes siguen, probablemente, a esas horas retozando en sus camas sin prisa.

Llego a una consulta fresquita y soy la reina del lugar, y aunque solo me pagarán un solo sueldo, asumo las tareas imprescindibles de mis compañeras no sustituidas por vacaciones; soy un rato auxiliar administrativa, en otro momento me convierto en enfermera, para finalmente, ver usuarias como médica. Lo que ya no hago es de sexóloga, consulta sin cubrir desde abril, porque no dispongo de una hora por paciente y remito todo lo que llega a la de otra unidad, todo un chollo para la administración, a ver si le toca el Euromillón y así no habrá excusa económica que valga la próxima vez.

No hay nada como estar al frente de una unidad toda para tí, menos mal, que tengo tanto trabajo acumulado de mis vacaciones no sustituidas, que no tengo tiempo de aburrirme.

No me quiero imaginar lo que supone trabajar ahora en la calle con un calorazo insoportable, de gorrilla, de camarera en los abarrotados restaurantes de enfrente, de socorrista en la playa o de policia parando a quienes salen de fiesta aguantando alguna mala contestación que otra.

Aquí, ni medusas, ni arena y lo mejor, soy yo quien decide la música que se escucha. Revisar resultados de citologías con Nina Simone tiene su encanto y pasar consulta con bossanova o jazz, hace más llevaderas las interrupciones, por quien viene a coger cita directamente,  porque nadie contesta el teléfono, ni disponemos de contestador.

Lo bien que se está en el centro de salud de la Malvarrosa en agosto, y yo perdiéndomelo todos estos años con la manía de pedirme permisos sin sueldo que juntaba con vacaciones.

Aunque mi pijama de trabajo no sea de una tela realmente fresquita, mi temperatura ambiente es la envidia para quienes están ahora en el mar sintiéndose como en una sopa.

Al salir del trabajo, tengo el chollo de llegar a mesa puesta, con mi marido de vacaciones que disfruta haciendo de chef con mi peque y, para estrenar la tarde, no romperé la tradición familiar y mi cama me esperará para una deliciosa “becaeta” bajo el ventilador.

Ya veremos si el próximo verano repito experiencia…